De todos es sabido que el aceite de oliva virgen es un alimento fundamental de la Dieta Mediterránea y es muy apreciado tanto por su sabor y prestaciones gastronómicas como por su valor nutritivo y propiedades saludables. La categoría comercial del aceite virgen viene determinada por una exhaustiva reglamentación clasificándolo en tres categorías según su calidad: “virgen extra” para los zumos de una calidad irreprochable, sin ningún defecto sensorial y/o químico, “virgen” para los aceites con algún defecto y “lampante” para los zumos no aptos para el consumo humano. Las dos primeras categorías se pueden envasar directamente, especificando la categoría en la etiqueta, mientras que la tercera se debe enviar a refinería para corregir sus defectos mediante procedimientos físicos y químicos, siendo la base del llamado ‘aceite de oliva’ (mezcla de refinado y virgen).
La demanda creciente de aceite de oliva virgen extra de alta calidad requiere una mejora de la eficiencia productiva del olivar, lo que implica la utilización de estrategias y técnicas adecuadas (nuevas variedades, intensificación y mecanización del cultivo, instalaciones de riego localizado, manejo fitosanitario integrado, etc.), para conseguir unos costes de producción competitivos y una mejora sustancial de la calidad del zumo de aceitunas obtenido.
Pero, ¿cuáles son los factores que determinan la calidad de un aceite de oliva?
Son muchos los factores a tener en cuenta y que abarcan todas las fases de la cadena de valor del aceite, desde su cultivo y recolección hasta la entrada del aceite en bodega y su posterior envasado. En esta ocasión nos vamos a centrar en uno primordial en la fase de extracción del zumo de aceituna en la almazara: LA LIMPIEZA.
La limpieza en la recepción y extracción del aceite de oliva
La operación de limpieza de frutos es a la vez necesaria y peligrosa para la calidad. La recolección de las aceitunas suele ir acompañada de otros “elementos” como ramas, hojas, piedras, tierra, hierros, plásticos, etc. La retirada de dichos elementos es fundamental para evitar contaminaciones de los aceites (residuos plásticos, combustible y líquido hidráulico de máquinas recolectoras, pesticidas, microorganismos…). Es por ello que los patios de las almazaras disponen de sistemas de separación, por aire, agua y vibración.
Todas estas operaciones suponen una gran carga física para los frutos, con impactos frecuentes, erosiones de la piel y aplastamientos. Todo ello es una evidente fuente de riesgos para la calidad final del aceite.
Gracias a una tecnología más limpia y a la concienciación del peligro de contaminación que presenta la suciedad y otros elementos en el entorno de la almazara han permitido un avance muy significativo en los últimos años. Atrás quedan las imágenes de máximo trasiego de actividad en las presas hidráulicas que hace no tanto eran utilizadas en las almazaras, en la que los restos de molturaciones anteriores se mezclaba con la suciedad propia de una faena industrial. En la actualidad, las almazaras que han incorporado la última tecnología destacan por su pulcritud, tanto que es lo primero que les llama la atención a las personas que por primera vez visitan por ejemplo algunas de nuestras almazaras asociadas.
La opinión de nuestros maestros
Es destacable que en conversaciones con todos los maestros de las almazaras asociadas manifiesten la importancia clave de la limpieza en la revolución industrial que ha vivido el sector oleícola en los últimos años.
El maestro de almazara de la cooperativa asociada Arbequisur situada en Aguadulce, provincia de Sevilla, Juan Miguel Vega, considera que “conseguir buenos aceites es un trabajo de todos, tan importante es la labor del agricultor en el cultivo y recolección de frutos sanos en su momento idóneo, como las de los maestros de almazara en lograr una extracción óptima de su zumo, siendo clave la limpieza para evitar contaminaciones”.
A esta opinión se suma Francisco Javier del Pozo Gallardo, maestro de almazara de la cooperativa Agrícola Roda de La Roda de Andalucía, en la provincia de Sevilla, poniendo más el foco en el gran cambio sufrido gracias a la tecnificación de la extracción. “Me llama mucho la atención como los olores que antiguamente se consideraban característicos de un buen aceite, ahora se asuman que eran atrojados de mala calidad”, y es que “antes no teníamos ni los conocimientos ni la consciencia de cuidar todos los detalles, por ejemplo, la limpieza” explica Francisco Javier.
La importancia de la limpieza es tan relevante que actualmente precede y cierra la lista de tareas diarias en la almazara. Así lo remarca Antonio Peláez Romero, maestro de la cooperativa San Nicolás de Marinaleda, cuando manifiesta que “finalizamos la molturación diaria realizando una limpieza exhaustiva y la iniciamos al siguiente día dando un repaso para verificar que todo está en perfecto estado de revista”.
A la limpieza de la infraestructura también se le suma el cuidado en la selección del fruto y la retirada de elementos ajenos (ramas, piedras, restos de metales y plásticos…). Así nos lo corrobora el maestro de almazara de la Cooperativa Olivarera de Casariche, José Jesús Marín Pozo, en el que de nuevo destaca como “la incorporación de la tecnología facilita una mejor limpieza de la maquinaria permitiendo mayores rendimientos y mejores calidades”. Asimismo, señala que “ahora se limpia todo con mucho tesón para que el fruto llegue en perfectas condiciones y obtengamos el aceite de oliva virgen extra de mayor calidad” afirma Pepe.
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